sábado, 11 de diciembre de 2010

Ordenacion presbiteral de Rafael

Gracias Señor, por consagrarme sacerdote “ad aeternum”

“Quiero ser como Tú, trigo y vino, y ser ofrecido para que venga tu Reino”

En esta frase quiero sintetizar mi inmensa gratitud a Dios, autor de mi vida y vocación, que me ha elegido para consagrarme en el Sacerdocio Ministerial, y configurándome día a día a Cristo, en el sacrificio eucarístico y en el servicio, a tiempo completo, a la Comunidad eclesial. Si bien, durante este tiempo resonó en mí, el pensamiento “Quién soy yo, para que Dios deposite en mis manos tan sublime gracia?”; resonó aún con más fuerza en mi corazón, la voz de Dios que se fija en aquello que es débil y pequeño a los ojos del mundo, para revelarnos la grandeza de su amor: “Yo te elegí, no temas que Yo siempre estaré contigo”.

Esta fue la certeza que me acompañó durante la celebración de mi Ordenación Presbiteral el 25 de de Noviembre en la Parroquia “Exaltación del Señor” de la ciudad de La Paz; y en la mi Primera Eucaristía que presidí en la Iglesia “Virgen de la Candelaria” en Tupiza, mi ciudad natal.

De tantas personas que me hicieron sentir la cercanía de Dios y ayudaron a descubrir su voluntad en mi vida; quiero agradecer de modo especial a mis papás y hermanos por el cariño y confianza que depositaron en mí, a los Padres Redentoristas, que me acogieron en la parroquia para que pueda servir al Señor al pie del altar, como monaguillo, durante varios años, y que se convirtió en el lugar privilegiado para cultivar y madurar mi vocación.

¡Gracias! a Madre María Luisa, y en ella, a cada una de las “Hijas de Santa Ana”, que me acompañaron en mi formación religiosa, tanto en la Provincia “San José” de Bolivia, como en la de “Santa Rosa de Lima” en el Perú. Mi gratitud particular va dirigida a Hna. Betty Domínguez que me fui mi formadora en las primeras etapas de mi formación.

También doy gracias a P. Valdo y a cada uno de mis hermanos “Hijos de Santa Ana”, por su cercanía y gestos de fraternidad que me animan a buscar día a día hacer realidad el sueño que Madre Rosa tuvo para los “Hijos de Santa Ana”, vivir “llenos del amor de Dios…”.

Agradezco profundamente también a Mons. Edmundo Abastoflor, por haberme acogido y por acoger a mi Comunidad en la Arquidiócesis de La Paz; y por haber sido consagrado Diácono y Presbítero de sus manos.

Finalmente, confío mi sacerdocio a la materna protección de la Virgen María, la Hija de Santa Ana; y le pido me alcance la gracia de ser, en la humildad y administración de los Sacramentos: “Alter Christus”, en medio de los hermanos.

P. Rafael Villegas López hsa