viernes, 11 de diciembre de 2009

Ordenacion presbiteral de Martin


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Arender a escuchar


Le reclamaba una vez por la noche al Señor: - "¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo..." - "¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido..." - "¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente..." - "En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta? A lo que Dios constestó: - "Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar"
Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

El asceta y la prostituta

Era un pueblo en el que vivían, frente a frente, un asceta y una prostituta. El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas comiendo y durmiendo en una mísera choza. La mujer era visitada muy frecuentemente por hombres. Un día el asceta increpó a la prostituta:
¿Qué forma de vida es la tuya, mujer perversa? Estás corrompida y corrompes a los demás. Insultas a Dios con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad deseaba llevar otra forma de vida, pero era muy difícil dadas sus condiciones. Aunque no podía cambiar su modo de conseguir unas monedas, se apenaba y lamentaba de tener que recurrir a la prostitución, y cada vez que era tomada por un hombre, dirigía su mente hacia el Divino. Por su parte, el asceta comprobó con enorme desagrado que la mujer seguía siendo visitada por toda clase de individuos. Adoptó la medida de coleccionar un guijarro por cada individuo que entrara en la casucha de la prostituta. Al cabo de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la prostituta y la recriminó:
Mujer, eres terrible. ¿Ves estos guijarros? Cada uno de ellos suma uno de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida, y, unas semanas después, la muerte se la llevaba. Ese mismo día, por designios del inexorable destino, también murió el asceta, y he aquí que la mujer fue conducida a las regiones de la luz sublime y el asceta a las de las densas tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta protestó enérgica y furiosamente por la injusticia que Dios cometía con él. Un mensajero del Divino le explicó:
Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de haber gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en cambio, la mujer haya sido conducida a las regiones de la luz. Pero, ¿es que no comprendes que somos aquello que cosechamos? Echa un vistazo a la tierra.
Allí yace tu cuerpo, rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa, honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras, a punto para ser incinerado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado por todos y por todos despreciado. Pero, sin embargo, ella cultivó pureza y elevados ideales para su corazón pensando en Dios constantemente, y tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de impurezas. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno van a una región tan diferente?
*El Maestro dice: Vigila tu actitud. Aprende a comprender y a tolerar. Discierne más allá de las apariencias. QUE ESTE TIEMPO DE ADVIENTO SEA PARA NOSOTROS UNA OPORTUNIDAD PARA MIRAR NUESTRO INTERIOR Y CON LA GRACIA DE DIOS VER AQUELLO QUE NOS ESTÁ APARTANDO DE ÉL Y DEL HERMANO, PARA ASÍ EMPEZAR UNA CONVERSIÓN Y PODAMOS ESPERAR A JESUS CON UN CORAZÓN LIMPIO.

Mensaje de Adviento: Desde Belén para el mundo

1. El Verbo eterno de Dios, al tomar nuestra carne mortal en el seno de una Virgen en la plenitud de los tiempos, confirió al misterio de Belén una dimensión cósmica y siempre actual. En Belén, Dios Padre comienza, por Cristo y en Cristo, a reordenar el universo hacia Él. Al tomar nuestra naturaleza humana, da a la creación su significado trascendente y, al entrar en nuestra historia, le confiere su orientación definitiva: Todo tiene en Cristo su consistencia y Él colma las aspiraciones del corazón humano. Él es nuestro Salvador, el único Salvador.

2. La Santa Iglesia nos invita a mirar este misterio sublime de la Encarnación del Hijo de Dios y, desde Belén, a reconstruir la averiada relación con Dios, con los hermanos y con la creación a causa del pecado original.

3. En Belén aprendemos a ser hijos de Dios, puesto que el Padre envió a su Hijo ha hacerse hombre y hermano nuestro. En el Hijo, en Jesucristo, estamos llamados a ser hijos de Dios. Por Jesucristo sabemos algo de Dios: que él es Padre, que nos ama y que nos regaló lo mejor que tiene: su amor, manifestado en Cristo. Ya podemos rezar el Padrenuestro.

4. La fraternidad humana, que se rompió cuando Caín mató a su hermano Abel, ahora es restaurada en Cristo. Él vino a congregar en la unidad a los hijos de Dios, dispersos y divididos por el pecado. En Cristo estamos llamados a construir la fraternidad universal, bajo la mirada de un Padre común. La verdadera vocación humana es a la fraternidad, mediante el amor. La Iglesia es escuela de fraternidad.

5. En Belén confluyen todos los elementos de la creación en armoniosa concurrencia: Las pajas, el pesebre y los animales; los reyes y los pastores; los ángeles y los coros celestiales; el frío y las tinieblas de la noche son iluminadas por la claridad del cielo; el amor de una madre, María, y la solicitud de un padre, señor san José, brindan sustento, cobijo y protección al débil, al recién nacido. Cuando nace un niño, renace Jesús.

6. Belén es la casa del pan y la morada de la paz. Belén es la imagen del universo devuelto a su Creador. Allí la vida brilla en todo su esplendor. Dejemos que Belén ilumine nuestro mundo, nuestra familia y nuestro corazón. ¡Feliz Navidad!

Mensaje para adviento

1. El Verbo eterno de Dios, al tomar nuestra carne mortal en el seno de una Virgen en la plenitud de los tiempos, confirió al misterio de Belén una dimensión cósmica y siempre actual. En Belén, Dios Padre comienza, por Cristo y en Cristo, a reordenar el universo hacia Él. Al tomar nuestra naturaleza humana, da a la creación su significado trascendente y, al entrar en nuestra historia, le confiere su orientación definitiva: Todo tiene en Cristo su consistencia y Él colma las aspiraciones del corazón humano. Él es nuestro Salvador, el único Salvador.


2. La santa Iglesia nos invita a mirar este misterio sublime de la Encarnación del Hijo de Dios y, desde Belén, a reconstruir la averiada relación con Dios, con los hermanos y con la creación a causa del pecado original.


3. En Belén aprendemos a ser hijos de Dios, puesto que el Padre envió a su Hijo ha hacerse hombre y hermano nuestro. En el Hijo, en Jesucristo, estamos llamados a ser hijos de Dios. Por Jesucristo sabemos algo de Dios: que él es Padre, que nos ama y que nos regaló lo mejor que tiene: su amor, manifestado en Cristo. Ya podemos rezar el Padrenuestro.

4. La fraternidad humana, que se rompió cuando Caín mató a su hermano Abel, ahora es restaurada en Cristo. Él vino a congregar en la unidad a los hijos de Dios, dispersos y divididos por el pecado. En Cristo estamos llamados a construir la fraternidad universal, bajo la mirada de un Padre común. La verdadera vocación humana es a la fraternidad, mediante el amor. La Iglesia es escuela de fraternidad.


5. En Belén confluyen todos los elementos de la creación en armoniosa concurrencia: Las pajas, el pesebre y los animales; los reyes y los pastores; los ángeles y los coros celestiales; el frío y las tinieblas de la noche son iluminadas por la claridad del cielo; el amor de una madre, María, y la solicitud de un padre, señor san José, brindan sustento, cobijo y protección al débil, al recién nacido. Cuando nace un niño, renace Jesús.


6. Belén es la casa del pan y la morada de la paz. Belén es la imagen del universo devuelto a su Creador. Allí la vida brilla en todo su esplendor. Dejemos que Belén ilumine nuestro mundo, nuestra familia y nuestro corazón. ¡Feliz Navidad!

Inmaculada