Cada búsqueda y cada recorrido vocacional es original. La iniciativa de Dios y la libertad humana se entremezclan de muchas maneras para formar un tejido único aunque variado en sus formas. Sin embargo, es posible distinguir unos puntos comunes que se repiten en toda historia vocacional en la primera etapa de búsqueda.
• Comienzos
• Primeras dificultades
• Nueva afirmación
Cada uno de estos tres hitos adquieren una pluralidad de formas. Es necesario que sepamos, si acabamos de ponernos en marcha, en qué situación estamos del proceso para poder construir nuestro camino vocacional. Si llevamos un largo camino ya recorrido no vendrá mal repasar nuestros orígenes y comprender a nuestros hermanos que comienzan a andar.
1.- COMIENZOS: (Por qué no) El que comienza un camino es porque oyó una pregunta más o menos clara: ¿Por qué no comprometerse? ¿Por qué no llegar a ser religiosa o sacerdote? Y surge una pregunta que es una respuesta aunque todavía no muy clara que habrá que clarificar y profundizar. ¿POR QUE NO?
Siempre hay un punto de partida: la llamada tienen una cara, un día, una canción, un momento especial, una oración, una amistad, una soledad, una experiencia fuerte...
Es bueno que repasemos nuestra historia vocacional o si estamos en las primeras etapas analicemos las personas que han influido en el descubrimiento e inicio de nuestra vocación y las personas que siguen influyendo y sosteniendo nuestra decisión. No son casualidades, la aparición de ciertas personas o de determinadas experiencias en nuestra vida. Para Dios no existen casualidades. Son detalles de todo un plan amoroso de Dios para cada uno de nosotros. (Jn. 1, 40-42). Mira hacia atrás y descubre los cruces de personas y circunstancias en tu vida donde encontraste a Jesús, y da gracias a Dios por ello.
2.- DIFICULTAD: (Por qué yo) En la primera etapa de esta búsqueda se fijaba uno en Dios que llama, para descubrir los signos de su voluntad. En esta segunda etapa, la persona se mide a sí misma con la misión que Dios le encomienda. Y lógicamente, la misión de Dios es más grande que nuestras posibilidades, y se origina el desánimo. Después de los entusiasmos iniciales, llegan las dificultades.
Cara a cara nos enfrentamos con nuestra realidad. A veces exageramos nuestras limitaciones y otras veces las inventamos. Temas como la oración, la fe, la madurez afectiva, el compromiso les analizamos desde las dificultades, desde la renuncia. La vocación la convertimos en una ilusión, en una autosugestión y de la madurez afectiva sólo vemos impulsos sexuales no orientados, vacío y soledad... El tiempo de oración es un tiempo desabrido, no se ve su “utilidad”, De las personas e instituciones sólo vemos los defectos. La crítica ácida hace su aparición en nuestros juicios y valoraciones.
Todo esto engendra una reacción ¿Por qué yo? Y nos defendemos con falsas justificaciones: “Tal persona es mejor que yo”; “esta vocación no es para mí”; “mejor, no correr riesgos de equivocarse”, “quién me garantiza que no voy a fallar...”
Es el momento de la elección como negación. Tus ojos se fijan en lo que dejas, en lo que pierdes. La decisión se ve como un corte. ¡Te arrancan algo! Es el tiempo de la crisis. Lo puede ver también en numerosos casos de vocaciones bíblicas.
Lee: Ex. 3, 11 ¿Quién soy yo...?
Ex. 4, 10 Por favor, Señor, yo no he sido nunca...
1 Re 19, 4 Basta, Ya, Señor, toma mi vida...
Sin embargo la noche nunca es totalmente oscura. Tiempo difícil, tiempo de lucha interior; pero allí está Jesús.
En esta etapa y ante esta situación, ¿qué hacer? Toma una actitud positiva y de confianza, vive la elección como afirmación, viendo, no lo que dejas, sino lo que adquieres; asume las responsabilidades personales. Las dificultades manifiestan tu ser: Tus consistencias y tus inconsistencias te ayudarán a entrar en ti y a reanudar el diálogo con Dios... Vive intensamente el momento presente. A la pregunta pero ¿Por qué yo?, responde ¿Por qué yo no?
3.- AFIRMACIÓN: Sí, te seguiré. Después de la duda viene la decisión generosa para seguir a Cristo. La presencia de Dios en nuestra vida, es más fuerte que nuestras limitaciones y nuestras incertidumbres. Cristo se presenta como una gran posibilidad, como un proyecto de vida que llena nuestras expectativas.
Descubrimos que elegir a Cristo no es calcular, no es perder, es vivir con plenitud, es ganar. Más que nuestras sombras, vemos la luz que emerge en nuestra vida poco a poco. Quizá no existen evidencias externas que eliminen el riesgo, pero hay siempre una gran fe y un abandono en las manos de Dios que no defrauda y no traiciona y que nos permite decir: Sí, te seguiré.
PREGÚNTATE:
-De los tres momentos de la búsqueda ¿Dónde te encuentras ahora?
-¿Qué ha cambiado en ti?
-Descubre las elecciones que ya has hecho ¿Qué ha pasado en ti?
-Analiza tu vida de oración ¿Jesús está creciendo en ti como centro y modelo único de tu vida?